Tristemente veía cómo caía la hoja
en las últimas del otoño
La soledad y el sentirse perdido
en la calma del silencio
Abruma incluso al más fuerte.
Cuenta la historia de una pequeña
princesa,
A la que sus padres nunca escuchaban,
En su mente la idea de volar como
el ave se mantenía presente.
Un día conoció a una paloma que
volaba cerca de su torre
—Le veo muy triste señorita, ¿Pasa
algo? —preguntó la paloma—.
—Quiero ser libre como tú.
—¿A qué se refiere?
—Quiero ver lo que tú ves, volar por los aires, ¡ser libre!
—Entiendo, lo que usted quiere es
ser cómo yo.
—¡Exacto!
—Le debo mencionar un par de cosas
princesa.
—Te escucho.
—No soy libre como usted piensa.
—¿A no?
—Cómo verá, muchas veces tengo que
sufrir más que a nadie la contaminación que los humanos provocan.
—¿Cuáles?
—Muchas veces veo comida y resulta
que es algún tipo de basura humana.
—¿Basura?
—¿A caso no sabe lo que existe
allá afuera?
—No, no he salido de esta torre
desde que tengo memoria.
—Lamento la situación, sé que
usted espera un mundo de maravillas y paisajes.
—Eso es lo que espero, siempre veo
el horizonte y me imagino lo bien que se lo pasan los demás.
—Bueno, es cierto, existen
paisajes y lugares donde todos convivimos en armonía, donde la naturaleza nos
une como hermanos y jugamos a miles de cosas que nos agradan.
—Háblame de esos juegos.
—Son de distintos tipos, las
personas fingen volar y nosotros caminar, hacemos ejercicios donde la especie
humana es la que está en peligro, para ser más exactos hablamos de empatía, no
todos los humanos son iguales.
—¿No todos?
—Existen personas que se preocupan
por el lugar en el que viven, entienden, al igual que nosotros, que es lo único
que tenemos, es lo que vamos a dejar a nuestros hijos, y es obligación de todos
educar a nuestros descendientes para que esto siga siendo ese lugar en el que
alguna vez jugaron sus abuelos, rieron sus padres y donde vivirán sus hijos.
—Quiero ir a ese lugar —dijo la
princesa—. Quiero ser una paloma viajera.
—Puedes volar conmigo si quieres.
—Eso quiero.
La paloma convirtió a la princesa
en una paloma viajera, le enseñó el mundo que le aguarda afuera de esa temible
torre.
Al llegar la noche la paloma llevó
a la princesa a la torre, la convirtió de nuevo en humano y se fue prometiendo
visitarla día con día.
Desde este pequeño lugar en la
colina con vista al castillo real puedo decirte que esta historia es verdad, yo
fui testigo de este maravilloso momento.
La paloma volvía día con día para
volar junto a la princesa, cómo lo prometió, cómo símbolo de esa amistad que
viaja por las fronteras y llega a nuestros corazones.
Bolaños Gutiérrez
Tu Voz, El Viento Y Mis Poemas.
(Bolaños Gutiérrez José Roberto, 14/Julio/2014).
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