sábado, 10 de junio de 2017

Mily

  ¡Mily, vamos!

Escuchaba aquella voz que sonaba de fondo, las luces se volvían un tanto extrañas, se desvanecían entre las sombras del cielo, las miraba distorsionadas, borrosas.

¡Vamos hija, no me hagas esto, respira!

El monto del terror iba en aumento y los intereses me los cobraban muy altos, no respiraba, me costaba a veces, eso me tenía un tanto preocupada, me sentía débil, me sentía triste porque veía cómo mi papá se iba y regresaba.

¡Mily, por favor!

Escuchaba los pasos en la calle, a pesar de que llovía un poco, mi papá me tuvo cubierta y no me pasó nada, pero sentía en sus palabras la desesperación, esa que yo también tenía entre los respiros cortados, entre cada dolor de pulmón, entre cada lágrima que trataba de secar.

¡Ya casi llegamos Mily, por favor, respira, no te rindas, sigue fuerte!

Quería darle ese regalo a mi Papá, una pequeña sonrisa, un pulgar levantado, algo que le diera la calma para determinar que dentro de todo este mal que nos acongoja, de todo estos días difíciles, estaba bien.

Estamos cerca, ya casi, hija, vamos, todo estará bien, Papá está contigo.


Recuerdo cuando me dejó en la camilla, extendió su brazo y me gritaba lo mucho que me amaba, yo traté con todas mis fuerzas de levantarle el pulgar, después junté ambas manos y formé un corazón, en ese entonces, las puertas se cerraron y mis ojos también.



José Roberto Bolaños Gutiérrez, 2017



Nuevo Vallarta, Riviera Nayarit, México

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