Déjame que te cuente una historia, que desde su creación se ha apoderado
de mis memorias, es aquella de las montañas más alejadas, aquellas que están en
la salida del pueblo, ¿parece una mujer recostada, no?, bueno, de eso hablaré
en estos momentos.
Cuenta la leyenda de una linda chica, una de las más jóvenes en el
pueblo, desde niña siempre mostró ese tierno rose de inseguridad que enamora al
más curioso, ella era una joven muy inteligente, era de las más destacadas en
el pueblo. Un día, conoció a un chico y de él se enamoró, pasó las tardes
dibujando en el aire el cómo sería la historia de amor que tuviese con su
enamorado.
Las tardes pasaron y ella seguía sin decirle a ese joven lo que sentía
por él, pero la vida es sabia y no se detiene para esperar a nadie, eso le
sucedió a la mujer que tanto amó a ese hombre y jamás se lo dijo. Corría la
tarde del año 1928 cuando ella lo encontró de nuevo, tras haber puesto gran
distancia en sus años de juventud, la chica corrió a abrazarlo, para su
sorpresa, él le comentó que estaba casado, que lamentaba todo lo que había
pasado entre ellos, le dijo que él sentía cosas por ella pero ya había tomado
una decisión.
Esa joven, con el corazón roto hizo un juramento, juró que jamás se
enamoraría de otro hombre ya que eso sólo le traería dolor. Pero como dije, la
vida es sabia, dos años después apareció “ese hombre” que pondría su mundo de
nuevo, recuerdo el rostro de mi abuelo cuando me lo contó, dijo que hicieron “click”
de manera inmediata, los detalles están de sobra cuando dos personas se
enamoran al instante.
Miles de ocasos pasaron y estos dos amantes nunca se separaron, la brisa
del mar golpeaba finamente las mejillas de esa hermosa chica y él día a día se
enamoraba más de la joven a la que había encontrado por casualidad. De pronto,
a esa hermosa mujer le había llegado a la memoria el juramento que se hizo a sí
misma, entonces, no tuvo más remedio que romperle el corazón, ese impulso la
condenó de nuevo a esa soledad a la que tanto se había acostumbrado.
Él la buscó por mucho tiempo para despedirse de ella, cuando la encontró,
le dijo lo mucho que sentía la situación, pero no podría quedarse un día más
sin ella, así que tendría que partir a su lugar de origen, ella lo miró y con
mucho dolor en su corazón le besó.
—Yo no me iré si tu así no lo quieres —le dijo el chico.
—Tienes que hacerlo, no te detendré —le respondió.
— ¿Por qué todo tiene que ser así?
—Porque así debe ser.
—Deseo que encuentres lo que buscas, yo no creo serlo.
El chico se dio la vuelta sin decir una palabra más, la chica trató de
detenerlo pero no fue suficiente, se ahogó en las palabras que quería decirle
pero su pensamiento era otro, por mala fortuna su remordimiento pudo más.
—Tú eres lo que necesito —susurró.
Cuando llegó al barco él la miró por última vez.
— ¡Prometo que volveré, no sé si pronto, espero y lista estés!
—Trataré de estarlo, mi amor.
Y ahí teníamos a la joven amante, cada día llegaba a la plaza del pueblo
en el ocaso, con ese perfume que a él tanto le encantaba. Cada día que pasaba
la sonrisa se le desdibujaba, presentía en el fondo que él ya no volvería a
presentarse en el lugar al que su amor le gustaba aparecer.
Meses después, la chica se sentía engañada, fue con varias botellas de
alcohol a la peña que le esperaba como cada noche, ésta vez sería diferente,
con miles de penas en su haber y tantos lamentos por desaparecer estaba
empeñada a beber hasta desfallecer. Ebria, con las palabras a medio componer,
le reclamó a la luna, le pidió que lo pusiera en su camino de nuevo, la luna
jamás respondió, y ella sin pensarlo por el peñasco cayó. La luna se
sorprendió, de inmediato asistencia le proporcionó, pero todo fue inútil, la
chica muerta estaba. ¿Qué tiene el amor que es tan fuerte y todo lo compromete
a su voluntad, sea para bien o para mal?, con certeza nadie lo sabe, pero así
es.
La luna convirtió a la chica en roca, de esa manera esperaría sin dolor
alguno, dejó que sus cabellos fueran tocados por el mar, dejó que la brisa
siguiera golpeando con fina delicadeza a sus mejillas. A los años aquella
pequeña roca en montañas se convirtió, así, esperaría paciente el arribo de su
amor, ese que no volvió en vida, sin embargo, a cada año se puede contemplar
como baja a su encuentro en forma de aurora, y sin temor hacen el amor, así son
las historias de aquél tiempo, amor y tragedia se llevan de la mano.
Si miras a la montaña puedes verla, está mirando hacia el cielo,
esperando a reunirse con su amor al que siempre esperará.
Nunca dejes las cosas al “¿qué hubiera pasado si....?”, si en verdad
sientes algo o quieres realizar una actividad, simplemente hazla, ya que vivir
en el mundo del “hubiera” duele mucho, mejor lucha por todo lo que crees y
quieres, antes de que mañana sea muy tarde.
Bolaños Gutiérrez José Roberto (07/Septiembre/2014)
De Tu Mano.
Foto:
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